¡Hola! ¿Te apetece conocerme un poquito más?

Nací en 1988 en la fría ciudad de Burgos, donde fui creciendo siempre entre libros. Esa era, y es, mi mayor afición. Recuerdo el primer libro que fui capaz de leer sola, era de unos dinosaurios que aprendían los modales a la mesa. ¿Qué tendría yo? ¿5 o 6 años? Y desde entonces siempre andaba leyendo calmada en algún lugar, igual que hoy. Cuando tendría unos 13 años conocí la Psicología y me enamoré a primera vista.

Casi diría que fue un flechazo y tuve claro al instante que esa era mi vocación.

Quería ayudar, sobre todo a aquellos que nadie veía sufrir y que necesitaban ayuda y estuve segura en lo más profundo de mi corazón que la Psicología seria mi manera de aportar ese granito de arena. Y no me equivoqué. Fui hasta Donosti y estudié la licenciatura en la Universidad del País Vasco-EHU. Horas y horas en la biblioteca, decenas de asignaturas y aun asi era de las pocas que seguía con esa vocación. Era siempre la chica de la primera fila en las clases y la última que se iba a casa. Acabe antes de tiempo y ayude como voluntaria en varios equipos de investigación hasta que llegó la hora de embarcarme rumbo a mis prácticas de fin de carrera en cooperación: ¡Una ONG en Villamiseria! ¡Buenos Aires, me esperaba!

Conocí la cara más dura de Argentina, ayude con todas mis ganas y maneje como puede la frustración del no saber, no poder hacer más y ver como aquellas mujeres y niños terminaban fuera de la casa de acogida a su suerte. Pero tambien me permitió poner en valor cosas que antes daba por sentadas y ser más agradecida con la vida. Rumbo de nuevo para España decidí opositar para la plaza de Psicólogo Interno Residente dentro del Sistema Público de Salud y durante varios años me dediqué en cuerpo y alma a ello. Finalmente abandone la idea y, decidida a lograr mi sueño, trabaje durante años donde y como pude para lograr el dinero suficiente para seguir mi formación. Fueron años duros, donde era más fácil abandonar y buscar una estabilidad que seguir luchando contra molinos de viento para ser psicóloga. Parecía todo tan lejano e imposible…

Finalmente, una de las mejores Universidades de España, la Universidad Autónoma de Madrid, valoro mi expediente y logre una de las pocas plazas para entrar en el Master General Sanitario. Fueron años duros, de mucho sacrificio y estudio. El segundo año lo compatibilice con uno de los másters que más reconocimiento español tiene sobre la Psicología científica y conductual: ITEMA (el Instituto Terapéutico de Madrid). Aquello fue una locura, solo otra chica en toda la historia de ITEMA había sido capaz de compaginarlo y ahí que fui yo tambien a intentarlo, porque por echarle valor y sacrificio a la vida no sería. Cientos de horas, una gran exigencia y ambos masters a la vez me llevaron a tener una formación excelente en cuanto al proceso clínico.

Muy formada en la teoría y con muchas horas de práctica clínica detrás, termine el master de la UAM haciendo las prácticas en un centro terapéutico para menores conflictivos y violentos en medio de la meseta entre Castilla La Mancha y Madrid. Terminados ambos masters entré como una de las cuatro residentes al Centro de Psicología Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid. Aquel año me lleno de nuevo de experiencia práctica y tuve la suerte, de nuevo, de tener sesiones diarias que me iban acercando más y más a la clínica. Que me sumergían de lleno en la profesión que amaba. Y llegaron los primeros trabajos en gabinetes privados y el siguiente master en Terapia Sexual y de Pareja con perspectiva de género por la Fundación Sexpol y la Universidad Antonio de Nebrija. Aquello me puso aún más en contacto con el feminismo y rompió tabúes y abrió la oportunidad a tener pacientes con dificultades sexuales, que tanto me divierte trabajar. Y seguí trabajando y nunca paré, hasta hoy.

Las sesiones con mis pacientes se intercalaban con las sesiones de pacientes de otros gabinetes y a pesar de varias oportunidades yo sabía que quería seguir este camino a solas. Quería seguir prestando un buen servicio, uno con una gran calidad teórica, mucha destreza practica y la calma y el amor que no se pueden trasladar si no hacemos las cosas con mimo y cariño. Por eso decidí apostar por mi pasión y vivirla, ahora sí, desde la calma y el disfrute sereno que dan la experiencia y la edad. Me vine a vivir una vida tranquila a un pueblo pequeñito de mi provincia y trasladé las pocas sesiones presenciales que me quedaban hacia el trabajo online.

Las compañeras me decían que no eran capaces y que no les gustaba tener sesiones online, pero a mí siempre me gustó y por eso cada vez tenía más y más. Quizá porque no me cuesta conectar con los pacientes y conseguía los mismos resultados que en persona, sin la pérdida de tiempo del transporte en Madrid o el bullicio de la ciudad estresada tras la ventana. Ahora solo hay pájaros que anidan en los arboles de mi jardín, gatos jugando despreocupados, kilómetros de campo sereno tras las ventanas y la naturaleza llenándome de nuevo el alma. Con más ganas e ilusión que nunca he afrontado mi gran proyecto personal: apostarlo todo a mi marca y seguir creciendo sin depender de gabinetes externos. Solidificar mis sueños y apostar en mí y en mis pacientes. Un sueño que a fuego lento se está haciendo realidad y donde, con mucho amor, esa niña que siempre llevo conmigo, puede leer tranquila sus libros sabiéndose dichosa porque está en el camino de lograr sus más descabellados sueños.